Me caigo del autobús en el norte de la ciudad. Hace un año estuve en esta misma zona; no me había dado cuenta al mirar el mapa cuando reservé el hostal. Hay un mercado nocturno a la vuelta de la esquina. Una plaza llena de puestos de comida, ropa, accesorios para el móvil, restaurantes, marihuana, zumos tropicales, todo rodeado de rascacielos. Bangkok es un corazón hirviendo. Paseo entre los puestos y mi sudor y los olores me agitan, la gente vibra como la tapa de una olla bullente, el sabor del mango sticky rice despierta en mí recuerdos. Hace un año, venía de camino a este mercado:
Era de noche, caminaba solo por aceras húmedas cubiertas de manojos de cables oscuros, y cruzaba carreteras a la carrera mientras escuchaba en bucle a C. Tangana con los cascos puestos a reventar. Miraba a la ciudad con una sonrisa, el paso se me aceleraba solo. Una amiga me escribía desde Madrid:
Creo que me estoy enamorando, decía.
Yo quería romper a bailar.
Y Tangana que si escribo cosas buenas de algunas chicas malas
Nos falta más vida, le decía a mi amiga, nos falta bailar más.
No quiero olvidarme de la emoción, decía ella.
Tuktuks de luces estridentes, pequeñas discotecas a tres ruedas, coches sin respeto por ningún peatón, motoristas de chaleco naranja sin casco y sin miedo tumbando las curvas.
Y Tangana: No me puedo olvidar, de la que me dijo que siempre pa’ siempre estaría pa’ mí
Hay que salir, le decía yo, hay que estar ahí fuera, correr si las piernas piden correr, saltar por encima de las cabezas, respirar hasta estallar los pulmones. ¡Hay que bailar, coño!
Sí, bailar, ¡sí! Prométeme que si se nos olvida nos lo recordaremos.
Y Tangana: No puedo más que pensar, en tu culo al pasar
A mi alrededor las famosas sonrisas de Tailandia, y las miradas discretas, y las no tan discretas, dedos entrelazados, miradas entrelazadas, besos ocultos, mujeres bailando, hombres mirando a mujeres bailar.
¡Bailad, coño!, me gritaba el alma. ¡Vamos a bailar!
Hay que guardarse esta emoción, le decía a mi amiga, guardarla profundo, en un cofre, bien protegida. Para cuando nos olvidemos de lo que es el amor. Cuando no podamos recordar lo que sentimos cuando la sangre hervía. Cuando el corazón crea que ya no sabe lo que es el baile, cuando crea que nunca supo bailar.
Creo que me estoy enamorando, decía.
Eso es.
Y Tangana: Ni una escalera para poder alcanzarte. Ni una pistola para poder gobernarte
˜ ˜ ˜
BKK
¿Cuánto brillan las luces en Bangkok?
¿Como un banner-fachada a lo Times Square?
¿Como una tormenta cargada en temporada de lluvia?
¿Como ocho millones de vidas latiendo juntas?
¿O como un sólo corazón?
¿Brilla como un tren? ¿Como un vagón
titilante de sueños, tiritante y en silencio?
¿Cómo brillas Bangkok?
¿Como otra ciudad del futuro
forrada de billetes y coches caros?
¿Como débiles puestos de mercado
supurando olores, sudando raciones
de pollo satay, de tofu refrito, de noodles de arroz?
¿Cómo brillas? Chillerío de luz.
Se me acabaron las excusas para mitificarte.
Bangkok, eres inalcanzable.
Eres inalcanzable,
Bangkok.
—Bangkok – 21/08/2022