🎴 Cartas de viaje 006: En el Golfo de Siam
Las tres islas, Manuel Astur y de regalo una canción griega
Bajé hasta lo profundo de la Tierra Surqué bajo el cielo los mares rotos Y bajo el agua levanté una piedra Y bajo la piedra se escondía el lodo
En el golfo de Siam las islas se desperdigan como pequeñas semillas perdidas en las aguas. Como enterradas en la tierra húmeda y fangosa del fondo marino se levantan hasta la superficie, y sus copas son tan verdes, tan frondosas y tranquilas, que el viento se guarda en ellas y descansa, antes de cruzar los mares de nuevo.
Semillas que son islas, que volverán a ser montañas olvidadas en un valle.
Y en una de esas islas, en Isla Tortuga, o en Isla de Arenas, o en la Isla Samui, caminaba alguien por una playa mientras se caía el Sol. Y pensaba:
Cuando caminas sobre arena blanca y te paras a observar la mirada de los pájaros curiosos, antes de entrar al mar, cuando buceas y contemplas a los peces como si fuesen tus amigos, como compañeros que te invitan a su hogar, ¿cuándo encuentras diferencias entre lo que eres tú y lo que son ellos?, ¿cuándo crees que romperás esas barreras de la mente?
No son barreras, son solo dibujos, le dice una voz que aún no podría escuchar, dibujos en la arena que se lleva el agua consigo. Dibujos de arena, dibujos de sal.
Los pensamientos también son semillas Perdidas en busca de aquel suelo Que guarda las sonrisas y caricias Hormigas escondidas en un sueño
Los pensamientos también echan raíz, se dice otra ella u otro él, al otro lado de las montañas, mirando a la Tierra abrirle espacio al Sol entre sus aguas. Los colores malvas que pintan el cielo, como bostezos de Luna, como brillos de las plumas del Ave Amanecer, derriten las palabras de su mente, derriten su pensar, y el mundo se abre otra mañana.
Entre un atardecer y un amanecer solo hay estrellas. Entre un amanecer y un atardecer solo existe el agua. ¿Qué hacer?
Nadar. Observar. ¿Qué más?
Entre un atardecer y un amanecer.
Y el sueño que siempre he sido se diluye entre ellas. Y los besos que siempre he querido ya no saben ni a cerezas ni a distancia. Quizás sepan a la música. Pasito a paso. Una canción más.
˜ ˜ ˜
Música
Hoy te traigo una canción fresca, recién cortada del árbol algoritmo y para servir. Una sorpresa genial que se me concedió ayer mientras miraba al mar tumbado en una playa de Koh Phangan. El algoritmo a veces tiene estas cosas, y por lo que sea, sin previo aviso y sin mi intención, intuyó que podía estar echando en falta mi dosis regular de Grecia, y me regaló esta mágica canción fusión.
Un beso muy fuerte a mis griegos.
Lectura
He estado leyendo muchas cosas últimamente, pero voy a recomendarte un autor en particular. Acabo de terminar una novela de Manuel Astur: San, el libro de los milagros; si la lees, quizás intuyas su fuerte influencia en lo que he escrito hoy, aunque el estilo e intereses de Manuel están muy en sintonía con los míos. He empezado al tiro su libro La aurora cuando surge, un diario de viajes a través de Italia. Seguramente también leeré después otro libro suyo: Seré un anciano hermoso en un gran país. Como para no leerlo, con ese título.
Un breve extracto de San, el libro de los milagros
Somos las primeras palabras. Somos los que fuimos y los recién llegados. Somos la fiesta y la jornada de trabajo y somos el aburrimiento. Somos el que os quema y somos el que os apaga. Somos el que os despierta por la mañana y el que os derrumba en la cama al llegar la noche. Por supuesto, también somos el que os quita el sueño. Somos el Enemigo y el único consuelo. Casi nada. Un puñado de palabras, las últimas palabras.
Desde que leí sobre él hace tiempo sabía que iba a convertirse en un escritor de cabecera.
Hasta la próxima,
p.