🎴 Cartas de viaje 002: En Taiwán
Primeras semanas de viaje. Sobre lugares mágicos a los que siempre volver.
Estas semanas en Taiwán han sido un baño de emociones.
En el avión de Hong Kong a Taipei, apenas a unos minutos de aterrizar, la sobrecargo del vuelo dijo algo así como:
«It’s Taiwan, it’s a very warm welcome for everyone.»
Me apunté la frase; la voz, el tono con que se expresó, me sugirió una historia detrás: Taiwán, su casa, y la ilusión de estar volviendo a ella, y el cariño que quería transmitir a ese grupo de gente para que la comenzasen a apreciar por lo que es. Claramente yo estaba proyectando mis propias emociones. Porque me la conozco, a Taiwán. Ya he vivido sus cálidas acogidas antes.
Me preguntaban unos amigos que viven aquí si en estas semanas he estado mirando a Taiwán con nostalgia. Me contaron, él y ella, que cuando todos nosotros nos marchamos hace cinco años, y ellos se quedaron solos en aquel lugar que habíamos compartido, lo primero que sintieron fue un gran vacío, como si la ciudad se hubiese quedado sin vida y les hubiese tocado seguir allí para contemplar su esqueleto.
(Puede que no utilizasen esas palabras concretas. Puede que hablasen como una persona normal. Pero permíteme estas salidas, que si no me pongo metafórico de cuando en cuando no sé avanzar).
La vida continúa y reavivaron lo que se hubo perdido, y conocieron más gente bella –gente bellísima con la que ahora comparten sus días– y se establecieron en una nueva ciudad, y ahora era yo quien les preguntaba, ¿y cómo veis Taiwán habiendo estado todo este tiempo en ella?
Me dijeron que hay momentos en que no la sabes mirar como solías. Muchos momentos en que los ojos han normalizado lo que recorren. Pero también me dijeron que no hay una vez en que, al coger la moto y perderse por sus montañas, no les explote esa sensación de plenitud, de asombro, de pertenencia incluso. Esa sensación que tan bien conocemos los que nos hemos dejado perder en sus bosques y carreteras, que para mí, y para todos ellos, solo significa Taiwán. Quienes la hemos vivido así, la llevamos tatuada en el pulso.
Me dijeron también que cuando salen de Taiwán, casi no pasa el tiempo antes de que vuelvan a pensarla. Reflexioné sobre aquello, sobre la idea de que ellos, mis amigos waiguos (外國人 – extranjero) que viven aquí, quieran volver en algún momento a estar más cerca de sus raíces. Y solo pude pensar en el paso del tiempo, y en cómo sentirán –¿sentiremos?– a esta pequeña isla cuando la vida esté asentada lejos de ella. Quiero decir, cuando la idea de volver a Taiwán ya no sea parte continua de nuestro imaginario, y quizás nos queden de aquí solo recuerdos.
Puede que esa perspectiva nunca desaparezca, puede que vivamos hasta viejos con esa sensación pululando en nuestro fondo: ¿cuándo volveremos a Taiwán? Sería bonito eso.
Claro que he estado mirando a Taiwán con nostalgia durante este mes (¡un mes ya, pero por dios!), pero esta es la sorpresa que Taiwán siempre guarda: se reaviva en sí misma, y cada visita se carga de tantas cosas nuevas. En tan solo un mes siento que no solo he vivido reencuentros: he redescubierto amistades. La distancia y el paso del tiempo también otorgan una madurez que puede afianzar las relaciones desde una nueva luz. Y siento que en mi tiempo aquí he aprendido a querer mejor a la gente que tenía tan lejos. He descubierto cuánto les echaba de menos ahora que los tengo cerca. Disfruto de observar cómo han crecido, como si mirase un árbol a punto de florecer que apenas ensanchaba el tronco la última vez que lo vi.
Siento también, que en mi fondo, debajo de todas estas nuevas experiencias, está urdiéndose ese mismo sentir con quienes ahora estáis en la distancia.
Y luego está la gente nueva, las amistades que en tan poco tiempo ya se sienten tan cercanas. Es bonito cuando el amor de la amistad se propaga, y te ves tan acogido por gente que acabas de conocer, que de alguna manera ya te quieren junto a ellos por cuánto quieren a la gente que te ha traído.
En definitiva, yo siempre he idealizado Taiwán. Creo que mis visitas a la isla han tenido un impacto muy importante en mi crecimiento. Siempre que he venido ha sido en un momento de cambio y evolución, de desenredo de marañas, de proyección y esperanzas encendidas. Quizás esta vez esté siendo la más diferente al resto. Siempre he venido para descubrirme, consciente o inconscientemente, de maneras en que no he sabido hacerlo en España. Casi como una huida en busca de silencio para poder escucharme. Ahora está ocurriendo algo similar, pero estoy más seguro de quien soy y ya no me duelen tanto mis dudas. Siguen existiendo, pero soy capaz de oír lo bueno que me ofrecen y dejar su daño caer tras de mí. Creo que por eso aprecio mejor lo que es Taiwán ahora, y no lo que yo quiero que sea.
Esto es curioso, esta forma más limpia de indagar en ella. Me he dado cuenta en este viaje de cuánto estimo a los taiwaneses por todas las cosas que tenemos en común, cuando antes me fijaba tanto en lo que nos hacía diferentes. Como si de alguna forma ya hubiese entendido aquellas particularidades que nos distinguen, que son el recubierto, el vestido que decora un mismo cuerpo.

No voy a dejar de idealizar Taiwán. Si acaso la miro cada vez con más belleza, la descubro en lugares donde nunca la habría esperado. Quizás estoy aprendiendo a observar con paciencia.
Encontré hace poco este pasaje leyendo el poema Youth and Age de Kahlil Gibran:
In my youth I longed for the unknown, and for the unknown I am still longing.
But in the days of my youth longing embraced necessity that knows naught of patience.
Today I long not less, but my longing is friendly with patience, and even waiting.
And I know that all this desire that moves within me is one of those laws that turns universes around one another in quiet ecstasy, in swift passion which your eyes deem stillness, and your mind a mystery.
— Youth and Age, Kahlil Gibran
En mi juventud anhelaba lo desconocido, y lo desconocido aún anhelo.
Pero en los días de mi juventud el anhelo se fundía con la necesidad que nada conoce sobre paciencia.
Hoy anhelo tanto más, pero mi anhelo es amigo de la paciencia, y de la espera.
Y sé que todo este deseo que se mueve en mí es una de esas leyes que hacen girar los universos unos sobre los otros en una euforia silenciosa, en una rauda pasión que tus ojos entienden como calma, y tu mente como misterio.
No estamos ahí del todo, pero siento que la vida empieza a brillar con otra mirada.
Hasta el próximo,
p.
Transmite emoción ,que maravilla saber expresarlo
No te engañes p., lo unico que buscas en estos viajes es volver a encontrar ese sitio de comer de la carretera fantasma jaja
firmado, otro p.