Me he sentado en meditación esta mañana. Ha sido una sesión difícil. La mente danzando entre el sopor y la distracción. Pero he sido capaz de volver, una y otra vez, al foco, al centro, al justo medio.
El centro, en la meditación, para mí, está en ese espacio de presencia activa, o de inacción activa que dirían los taoístas, en el WuWei (無為). Te sitúas allí para ser, y estar presente, y participar de esa presencia, sin forzar nada en absoluto, sin querer más que lo que te da ese mismo presente. Me gusta cómo se traduce a veces al WuWei como quietud creativa. Sentarse en meditación es la práctica de esa quietud. Y la finalidad de esta práctica es habituar a tu mente y a tu cuerpo a comprender, poco a poco, ese estado como algo natural.
Lo que tiene que llegar llega. Pero hemos aprendido a forzar las cosas, o a desentendernos de ellas. ¿Cómo estar en el justo medio? ¿Cómo practicar la virtud?
No creo que sea necesario sentarse en meditación para lograrlo, pero la meditación es una plataforma, es un puente, un espacio desde donde poder ver con los sentidos más abiertos, poder entender con el cuerpo.
Esta mañana, sentado en meditación, he visto algo que no había visto hasta ahora. He buscado mi centro. He mirado con mi sentir lo que estaba fuera de mí y lo que estaba dentro. Corazón, dentro. Ese pájaro que gorjea, fuera. Estómago, dentro. La ropa sobre mi cuerpo, fuera. Pulmones, dentro. El aire que mueve el ventilador, fuera. Piel… ¿Dónde está la piel respecto a mi centro? La siento: las cosquillas del aire, mis pelos en movimiento, picor, frío, calor, y aún así… Fuera. Sí, está fuera. ¿Costillas? Tienen que estar dentro. Sí, se sienten dentro, cerca de la frontera. ¿Entonces? ¿Está mi centro, como una lámina, en ese espacio entre la piel y mis músculos y mis huesos? ¿Por qué no siento mi piel como algo dentro de mí? Si mi piel es mi límite, ¿no debería sentirse aún como parte de mi interior, de esta nación que es mi cuerpo? ¿O es acaso como las otras fronteras? Un espacio que se difumina, un continuo en el que no sabrías diferenciar de qué lado estás si no te lo dijesen. Porque el paisaje no cambia, y el idioma no cambia; solo transita, solo se mezcla, solo continúa siendo.
Las fronteras son ideas y dibujos. Mis fronteras también lo son. Eso he visto hoy, sentado en mi quietud creativa.
p.