A veces una voz me dice que entre los versos de la poesía se esfuman los sueños que los sueños caducan. A veces me dice que la poesía abre el cielo, y luego se explaya cuando le digo que no entiendo. Dice: lo que quiero decir con eso es que si hay verbo hay promesa que si existen las palabras hay concesión. ¿Qué?, insisto confundido. Y sigue: que si hay palabras, digo, y tiene que haberlas, ¿qué podemos hacer con ellas si no es prometer? Y lo que digo también, me dice la voz, es que si no hubiese palabras solo quedaría el cielo, si no hubiese palabras nacerían arcángeles. ¿Y qué podemos hacer?, le pregunto. Y ella me pide que mire a la herida del verbo. Mira donde las palabras se rompen se deshacen y se desnudan. Mira allí donde descubran su pasado mira a los huecos entre ellas donde aún guardan los restos de lo que fueron: Hijas nacidas de una voz que quería señalar a la luna. Y ya sabes lo que se dice, añade, que cuando el sabio señala a la luna el necio mira al dedo.
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