Si bien quisiera una noche por delante se la pediría a tu boca de luna se la pediría a tus rizos. Si bien quisiera un recuerdo lloraría tus caricias de dedos regios tus ojos de dolor amapola tu ceño frunciente tu sonrisa repartida entre años de distancia. Si bien recuerdo que me quisiste he olvidado cuánto. He olvidado las chimeneas encendidas casi no recuerdo tus labios sólo tu sabor a veces en los días que pesan soledad. Decidme, mis ojos hermosos, ¿cuánto me quisisteis? ¿Os he querido yo mal? ¿Apenas poco, apenas no? A veces lo creo. Aunque quizás también eso lo olvidé. Si quisiera bien estaría contigo. Pero no sé querer. Acaso si todo fuese dulce y la vida no me abrazase como olas y la espuma no me asomase por la garganta sacudida desde el pecho. Pero ya sabes que prefiero olvidar –no olvidarte, eso nunca–. Olvidar quien fui –eso sí– para buscar fantasmas y héroes rotos y bruma seca y si acaso el foco de la luna llena. (Le he dedicado más poemas a la luna que a mi madre o a cualquiera de mis amantes y mis amigas, ¿será eso querer?) Si bien tu frente es mi mundo y tus manos mi viento y tus palabras fueron raíces para mis castillos, las transformé en polvo y eché la culpa al tiempo. Si bien pienso en tu melena negra como cataratas de hogar y en tu melena rizada como inocencia y en tu melena rojiza como un demiurgo para mis letras y en tu melena de brillos como esperanza, y fe, y herida abierta, siempre veo la sangre que no saboreé y huelo los rastros de ceniza que vinieron a cubrir mis ojos. Sí, está bien, he querido. Más que un otoño a la lluvia –aunque no me gusta comparar– más que una raíz a la tierra –aunque sea mentira–. Sí, he aprendido a tamizar el ruido gracias al amor. Pero hay un terror que me consume que me enrolla y saca mis espinas de erizo cada vez que oigo de una nueva historia entre dos. Cada vez que leo una historia de esperanza en los ojos de un otro. En Grecia se dice de una relación que ha ido y venido que se ha llevado golpes en la que los amantes se han separado y desean al tiempo volverse a juntar, se dice de ella que en ese vaso ya hay una grieta. Si bien creo que ella me quiso, y yo la quise –a todos sus ojos y a sus besos–, si bien a veces creo que en el amor tiemblo por amor y que el vaso restalla y que acaso tiembla tanto como yo, creo sentir que no hay grieta, creo sentir que está lleno si bien sea de miedo pero quisiera creer que en el miedo hay fe, ya sabes: ilusión, capacidad de coraje, esperanza de lluvia. Si bien quisiera una vida de amor, ¿qué quedaría?, si no una lucha. –Sí; bien; quisiera un zumo de mango en un vaso grande, por favor.
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Precioso poema
Beautiful!