Releyendo la carta de ayer, La Práctica 003, me he dado cuenta de que en ella pulula mucho la idea de que sentarse en meditación es sentarse y no hacer nada. Quería corregirme esa licencia trayendo conmigo concreciones. Vamos a aclararnos.
¿Qué es lo que se hace en la práctica de la meditación sentada?
Reventemos clichés:
¿Es la meditación dejar la mente en blanco?
Ya nos gustaría. Ni en sueños tenemos esa capacidad –literalmente. No tiene tanto que ver con eso, ni siquiera sabríamos cómo hacer eso; aunque, como consecuencia de la práctica, los meditadores avanzados –y los no tan avanzados, de manera esporádica y accidental– pueden recaer en un estado que, cogido con pinzas, podría llegar a llamarse así.
¿Es la meditación sentarse en un cojín a verlas venir?
No. No nos sentamos para soñar despiertos, ni para aburrirnos, ni para escuchar esa canción que tenemos en bucle en la cabeza, ni para darle vueltas a los problemas que vendrán ni a las preocupaciones que arrastramos; aunque hagamos todas esas cosas cuando estamos sentados en el cojín.
Hay un ejercicio concreto a realizar cuando uno se sienta en meditación –hay muchos, pero hay uno básico y primero, del que voy a hablar hoy. Este es muy simple. Te sientas en un cojín o zafu, o en una silla incluso, con la espalda erguida –hay variantes a cómo sentarse: loto, medio loto, birmana, seiza, en silla; cada uno tiene que encontrar la que le venga mejor, pero es importante para mantener una posición estable–, no te tumbas porque tumbarse es peligroso, es muy fácil quedarse dormido, y más al principio, y te dedicas a lo siguiente: tu respiración genera un movimiento automático y constante, inspiras y espiras sin darte cuenta; la base de la meditación, el primer ejercicio, es contemplar ese movimiento sin juicio y sin intentar controlarlo. Eliges un punto del cuerpo en el que puedas sentir claramente la respiración: los orificios de la nariz, el interior de la nariz misma, el abdomen subiendo y bajando. Elige solo uno, enfoca tu atención en ese punto, siente la respiración sin actuar sobre ella, tal como es por sí sola –esto puede resultar difícil al principio–, siente el aire entrar y salir mientras el aire está entrando y mientras está saliendo, siente concretamente qué se siente en ese punto que has elegido del cuerpo mientras respiras. La idea es enfocar y fijar la atención ahí. Si lo pruebas verás que suena sencillo pero quizás no lo sea tanto. La mente te impide mantener esa atención fija donde quieres durante demasiado tiempo, porque la mente hace lo que ella quiere, y se parece más a una máquina de pinball con miles de lucecitas y la pelota rebotando que a un foco de luz que ilumina de manera constante aquello que necesita de su luz. El ejercicio entonces consiste en: cada vez que la mente se despiste y se desvíe del foco de atención –el abdomen, la nariz, el que se haya elegido– y cuando seas consciente de ello, tráela de vuelta al foco, a ese punto donde sientes la respiración. Cada vez que la atención se vaya, haya pasado un instante o diez minutos, hazla volver.
Hay muchas cosas que se aprenden de este proceso, una de ellas es que ese movimiento incansable de la mente es su hábito, la mente está cómoda funcionando así y no es posible remendarlo de un día para otro, por lo que no hay que juzgarla por que haga lo que ha aprendido a hacer, hay que ser benévolo cuando se la descubra danzando con un pensamiento nuevo en lugar de estar donde debía –en el abdomen, en la nariz–, hay que recogerla con cariño, celebrar y agradecer el habernos dado cuenta de que estaba perdida y posarla con ternura de nuevo en donde queríamos enfocar la atención. Ese gesto de volvernos conscientes, y de recogerla y enfocarla agradecidos, es gran parte de lo que reeduca a la mente y la habitúa a tener un movimiento diferente, más dulce, más pacífico.
Creo que queda bastante clara una de las razones para ejercitar la práctica de la meditación. Imagínate cómo de despistada debe de ir la mente por la vida si no es capaz de prestar atención continuada a una cosa tan simple, sin más estímulo, en silencio y a solas. Imagínate la de ruido que puede generar ese movimiento si no hay consciencia de dónde va a recalar la mente en cada momento, si cada vez que se posa en un nuevo pensamiento este puede generarnos enfado, alegría, rabia, ansiedad o cualquier otra cosa. Y cuánto de ese movimiento mental continuo nos impide estar presentes en lo que tenemos a nuestro alrededor, en lo que estamos viviendo. Esa es la fuerza de la meditación, nos trae de vuelta al cuerpo, a la respiración, a lo sensible en ese momento concreto, lo que estamos viviendo en el instante. Y en ese espacio, aunque pueda sonar a tontería, todo nuestro cuerpo y nuestro sistema nervioso reposan, se regulan. Yo lo siento muchas veces como se siente el internarse en la naturaleza, el baño de bosque que dirían los japoneses. Y alguna vez leí, y lo sé cierto en mi experiencia, que la sensación es como cuando entramos en una bañera llena de agua caliente.
De cualquier forma, todo esto que escribo es solo texto, son solo palabras que están muy bien y eso, pero que no sirven más que para entretener a la mente con nuevas ideas. Yo he leído antes de haber practicado. Y luego he practicado y he descubierto qué cosas eran ciertas para mí y cuáles no tenía tan claras basándome en mi experiencia. Lo magnífico de la meditación es que es un ejercicio de exploración personal, un indagar en una parte de nosotros en la que nadie nos había enseñado a indagar, que quizás ni comprendíamos que pudiéramos explorar. Cuántos de nosotros creemos o hemos creído que la mente soy yo. Cuántos somos esclavos de sus vaivenes, y cuántas veces nos han dicho, si nos lo han dicho alguna vez, que no tenemos por qué serlo.
Si quieres probar, te recomiendo que busques meditaciones guiadas: hay miles en youtube con muchos ejercicios distintos. También hay plataformas enteras para profundizar en esto, hay muchísimas aplicaciones para el móvil que ofrecen un recorrido de semanas y meses para evolucionar y comprender la práctica. Si te interesa puedo decirte de ejemplos concretos.
Espero que lo pruebes. Ya me dirás.
Es todo por hoy. Mañana más.
Un abrazo,
p.
P.S. Por si te has perdido alguna de las otras cartas de La Práctica.
(Esa canción 💚)