Y lo que descubre Tian al marcharse Dahbia es que quizá no esté tan solo.
Se miente.
No hay un rincón de París que no le parezca un pozo.
Ni una de sus mañanas le parece menos que una cuchilla.
Las calles están llenas de gente. No conoce a ninguna.
La gente que conoce vive en bares borrosos y solo por las noches.
Tian no necesita más noche. Solo quiere caminar. Solo se propone recorrer con sus pasos cada metro de acera de París.
Quiere entender París para que no le atemorice, para que no le arrastre hasta su oscuro. Quiere mirarle los gestos. Saber lo que piensa.
Las ciudades son como las mentes, se dice. Son neuróticas, explosivas, tranquilas, monstruosas. Él no sabe cómo es París. ¿Qué emoción la domina? ¿Es la vanidad? ¿Es el miedo? ¿Es el arrojo? ¿Es la compasión?
–¿Qué late en París?
A primera vista sus calles le dicen lo mismo que le decían las calles de Madrid, o las de Hangzhou (杭州市). La voz de la ciudad es silenciosa. Está tumbada bajo su movimiento. Es una brisa o un temblor que solo se entiende caminándola.
Eso hizo durante muchos días. Caminar por barrios. Recorrerla. Fijarse en nada –si acaso en esa niña de la mano de su abuela, en esa pareja que discute, en esa paloma bañándose en un canalón. Mirarlo todo.
Me han cerrado todas las puertas todas las cortinas ni un pañuelo azul ni un puñado de estrellas. Amor mío, ¿es que va a sorprendernos aquí la muerte sin que podamos salir de esta ciudad?
–Nâzim Hikmet1
Una tarde de caminata Tian llegó hasta una encrucijada. La decisión no era una calle u otra. Su cuerpo había dirigido el camino. La decisión llegó como un portazo a su mente: entre caminar o dejar de hacerlo. Tian creyó que le valía lo mismo parar que dar otros tantos pasos. Así que paró. Pero aún no entendía París. Aún no sabía por qué sufría o qué deseaba. Y quería saberlo. Se sentó allí mismo, en un rincón de acera con vistas a un pequeño parque. La tarde se desnudó en sus ojos. Toda la vida de una calle cualquiera. Una vida sin historia. La suciedad, la luz, los árboles, la mujer de nariz que hablaba con sus pasos, el adolescente tan dulce con gesto de duro, un hombre y una mujer que caminan manteniendo distancia, dos personas de la mano, un ratón corriendo entre arbustos en el parque, un perro que lo observa a lo lejos, un hombre desnudo tras una ventana.
¿Cómo se siente este rincón? ¿Qué voz tiene esta calle? ¿Es esto París?
Ya era de noche y el parque estaba tranquilo y Tian miraba los movimientos de la brisa en las hojas de una sófora cuando un hombre se sentó junto a él sin decir más. Llevaba una cerveza en la mano y vestía sucio.
–Chico, ¿qué haces aquí? –le preguntó.
Tian le miró con sus ojos hipnotizados.
–Escribir poesía –le dijo.
El hombre asintió con la cabeza, arrugando el mentón.
–Eso está bien.
Bebió un trago de su lata de cerveza, se levantó dándole una palmada en el hombro y se marchó calle abajo.
Si es así como es, se dijo Tian, quizá no quiero formar parte de la poesía.
Y como si aquel pensamiento le hubiese desentumecido el cuerpo, se levantó y volvió a caminar. De vuelta a casa.
˜ ˜ ˜
Esta es la historia de un poeta en busca de un poema, que ya comenzó y que irá desgranándose en las próximas cartas, los próximos días, con ayuda de la música.
*La imagen del post es la portada del nuevo disco de Bon Iver: SABLE fABLE, cuya música acompaña a este texto.
Me han cerrado todas las puertas de Nâzim Hikmet, Últimos poemas I. 1959 - 1960 - 1961 – Traducción de Fernando García Burillo - Ediciones del oriente y del mediterráneo